martes, 13 de septiembre de 2016

WONDERWALL

Querido Anónimo:


Wonderwall sonaba en la radio, inundando el silencio que reinaba en la sala. Ella se encontraba recargada en el cristal, apreciando el cielo gris y el resbalar de las gotas en la ventana, dejando escapar pequeños suspiros que empañaban este. Algo llamó su atención. Más bien, alguien. Dos personas cruzaban la calle con rapidez intentando no mojarse. No se podía ver con claridad el rostro de ambos, pero la figura del pequeño le hizo saber de quién se trataba. De repente, se vio a ella misma otra vez en ese frío banco sujetando el libro en la mano reviviendo el suceso como si fuese ayer.

Los gritos y el llanto desesperado de la muchacha hacían que su corazón se quebrara. No podía mirar la escena sin que lágrimas traicioneras resbalasen por sus sonrojadas mejillas. No sabía qué hacer, solo estaba allí; parada de pie con la mirada vacía. La muchacha se aferraba al cuerpo sin vida del hombre y suplicaba a todos los dioses su regreso. La noticia calló como una jarra de agua fría que nadie esperaba y menos ella, quién no sabía como darle su apoyo a la joven viuda. Todos los allí presentes murmuraban entre ellos el estado en el que se encontraba, haciendo notar que ella sería la comidilla que daría a hablar esta semana. 

Recordaba vagamente haber visto a los enamorados pasear cogidos de la mano junto a su pequeño hijo de cinco años. Este, corría detrás de las palomas intentando cazarlas, dando torpes zancadas sobre la hierba del parque y manchando las botas. El viento movía la cabellera rizada y rebelde del pequeño, desordenando a su paso lo poco que quedaba de su pulcro peinado. El delicado rostro de la criatura lleno de pecas como constelaciones en el sistema solar, era adornado por una sonrisa traviesa que daba a pensar cuáles serían sus intenciones después de cazar el ave. Tupidas pestañas adornaban sus verdosos ojos, grandes y cautivadores para su edad. Se escondió tras un árbol y esperó al acecho que las palomas se acercaran y saltar sobre ellas, empezó de nuevo su juego de persecución del gato y el ratón. Desapareció de mi vista al igual que sus progenitores.
Si tan solo ella supiera lo qué ocurriría, si tan solo hubiera parado al pequeño cuando pasó por su lado, si tan solo hubiese visto el coche venir.......  Su hermano jamás habría abandonado a su familia y ella no lloraría al ver el vivo retrato de él en el pequeño.


GROSSES BISES

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